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¿Qué hacer con el carro?/Voy y Vuelvo


En Bogotá se estima que son 2.000 los muertos por la mala calidad del aire.



No sé si será percepción, pero la guerra desatada contra el carro particular nos hace lucir, a quienes conducimos uno, como a los fumadores: dinosaurios. Hace muchos años fui fumador –lo dejé, por fortuna– y cada vez que veo a alguien con el pucho en la boca no puedo más que lamentar su suerte.

Igual va pasando con el carro, guardadas proporciones. El auge de la bici, la promoción del transporte eléctrico, el bombardeo de noticias sobre el cambio climático, las alertas ambientales en Bogotá y otras ciudades, y las jornadas sin carro están convirtiendo a este en una amenaza para la convivencia.

ONU Hábitat asegura que en México mueren 14.700 personas al año por la mala calidad del aire, de la cual es responsable en un 20 % el transporte. En Bogotá se estima que son 2.000 los muertos. En EE. UU., los vehículos generan el 29 % de los gases de efecto invernadero. A ello se suman los trancones que forman, los millones de horas perdidas en atascos y sus efectos en la productividad; el estrés, menos espacio público, más ruido, mayor accidentalidad y un deterioro general de la calidad de vida.

Aun así, las ventas de vehículos crecen. El diario económico Portafolio informaba esta semana que el parque automotor creció 11,3 % en el país, solo en el mes de febrero, es decir, más de 20.000 vehículos ingresaron en los últimos días.

No hay en el Plan de Desarrollo de la alcaldesa Claudia López nada que indique priorizar las vías que usan los carros ni anuncios de grandes inversiones en infraestructura. Su apuesta son las ciclorrutas, andenes, trenes, transporte eléctrico.

En el mundo de hoy suena lógico. Sin embargo, cabe advertir que quienes jalonan esta tendencia son ciudades que tocaron fondo y están empeñadas en revertir las consecuencias.

Francia ya se impuso prohibir los carros de gasolina y diésel a partir del 2040. Acá nos falta mucho para llegar a esos niveles. Sí, se están dando pasos importantes:dentro de poco tendremos la flota de buses eléctricos más grande de América Latina, la administración pasada inició la conversión de buses de TransMilenio a energías más limpias, echó a andar un cable y la actual alcaldesa anunció más.

El carro no es el principal responsable de la contaminación, pero sí paga las consecuencias. Lo estamos viendo en Bogotá con restricciones más fuertes.
¿Qué le pasará al carro? En nuestra sociedad, nada. Su uso seguirá aumentando, la gente seguirá reclamando el derecho a tenerlo y a movilizarse en él; seguiremos soportando el trancón y que las tasas de incidentes se mantengan.

Lo conveniente sería acelerar las acciones para que la gente cuente con alternativas de movilidad, pero las de mayor impacto solo se verán en diez años, con el metro, y seguramente con el impulso decidido a movilidades eléctricas.

Mientras tanto, autoridades y conductores deben velar por un entendimiento a través de campañas en las que deje de mirarse al conductor que paga impuestos por usar su vehículo como un enemigo público, porque ciertamente no lo es. Y que desde el sector privado se incentive el buen uso del vehículo, se mejore la oferta de los carros amigables ambientalmente y se lo promueva como objeto de bienestar familiar que se usa de forma inteligente. Una ecuación difícil de alcanzar en una sociedad que aún le rinde culto al carro privado como sinónimo de estatus social.

Si los fumadores han dejado de serlo a punta de verse como dinosaurios, los que somos dueños de carro también podríamos sugerir que podemos aportar para dejar de ser vistos, incluso por nuestros propios hijos, como los malos del paseo. ¿Quién quiere eso?

¿Es mi impresión o... es preferible pico y placa permanente los sábados y no extendido todos los días?


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